El 21 de diciembre se acaba el mundo.
Este post recurre a la exageración para explicar un episodio divertido. Sé que mis queridos anunciantes sabrán perdonármelo.
Tu cliente tiene al año un episodio psicótico que consiste en pretender hacer en dos semanas lo que no había hecho en 6 meses. Un día, mira el calendario y piensa: "ostras, las gráficas, el ambient, los flyers, el viral, el insta, el spot..." y es entonces cuando los/as creativos/as iniciamos un viaje inolvidable a la carrera de obstáculos, es decir briefings y más briefings que te persiguen hasta llegar al plazo (no a la plaza) de entrega.
Para convertir el proceso en algo más apasionante te llama cada día, te machaca a mails y whatsapp, te da órdenes contradictorias, recorta y pega, añade y quita, retoca, pide más versiones, y tú piensas: dadme una excusa que me lo cargo.
Si consigues llegar vivo al día "d", es gracias al ibuprofeno, el reiki, la meditación antillana, el incienso, y las esencias de aceite natural. Comienzas a notar síntomas de tener el "disco duro" saturado tales como olvidarte el casco de la moto, no saber dónde están las llaves, salir a la calle sin calcetines o perder el móvil.
Mientras tanto, los fabricantes de café y tabaco se frotan las manos ante tu consumo inusual y generoso. Para llegar a tiempo, decides comer delicatessens como el bocadillo del día, el bocadillo de la mañana, el bocadillo del mediodía, el bocadillo de la noche y el bocadillo de madrugada.
Las vacas sagradas y los juniors inician una faena en comunión con el objetivo de cumplir con las expectativas de la marca. Reuniones, brainstormings, bocetos, slogans, propuestas, todos/as se ponen en marcha con el stress en el corazón.
Intentas que los de cuentas salven alguna cosa de vez en cuando, pero es inútil, la fecha es inamovible ante el riesgo de que los de marketing cambien de agencia.
Llegas a la oficina del cliente sin aliento, con tu equipo desfondado, con una bolsa en tu cartera por si tienes que hiper-ventilar.
Finalmente, con tu mejor sonrisa, presentas los materiales y observas que tu querido responsable de comunicación está muy relajado. Demasiado relajado.
Con un cinismo descomunal (y con mi compañera de cuentas blanca y demacrada), te dice: "bueno, ahora sí que me voy de vacaciones tranquilo, las gráficas son para febrero, los flyers para marzo, el viral no lo haremos, el spot lo seguimos hablando y el ambient lo aplazamos".
En ese momento busco con la mirada cualquier objeto contundente que sirva para vengar a mi equipo, pero el sentido común me frena. Y aún más cuando te comenta "del 24 al 31 estaréis por aquí, verdad?... pues os voy a conectar con el product manager para que sigáis trabajando".
Tienes que sacar el capote para recordar que el 24, 25, 31 de diciembre y 5 y 6 de enero no trabajas. Él te comprende y te contesta: "sí, lo entiendo, mis hijos siempre me añoraban por estas fechas".
Para convertir el proceso en algo más apasionante te llama cada día, te machaca a mails y whatsapp, te da órdenes contradictorias, recorta y pega, añade y quita, retoca, pide más versiones, y tú piensas: dadme una excusa que me lo cargo.
Si consigues llegar vivo al día "d", es gracias al ibuprofeno, el reiki, la meditación antillana, el incienso, y las esencias de aceite natural. Comienzas a notar síntomas de tener el "disco duro" saturado tales como olvidarte el casco de la moto, no saber dónde están las llaves, salir a la calle sin calcetines o perder el móvil.
Mientras tanto, los fabricantes de café y tabaco se frotan las manos ante tu consumo inusual y generoso. Para llegar a tiempo, decides comer delicatessens como el bocadillo del día, el bocadillo de la mañana, el bocadillo del mediodía, el bocadillo de la noche y el bocadillo de madrugada.
Las vacas sagradas y los juniors inician una faena en comunión con el objetivo de cumplir con las expectativas de la marca. Reuniones, brainstormings, bocetos, slogans, propuestas, todos/as se ponen en marcha con el stress en el corazón.
Intentas que los de cuentas salven alguna cosa de vez en cuando, pero es inútil, la fecha es inamovible ante el riesgo de que los de marketing cambien de agencia.
Llegas a la oficina del cliente sin aliento, con tu equipo desfondado, con una bolsa en tu cartera por si tienes que hiper-ventilar.
Finalmente, con tu mejor sonrisa, presentas los materiales y observas que tu querido responsable de comunicación está muy relajado. Demasiado relajado.
Con un cinismo descomunal (y con mi compañera de cuentas blanca y demacrada), te dice: "bueno, ahora sí que me voy de vacaciones tranquilo, las gráficas son para febrero, los flyers para marzo, el viral no lo haremos, el spot lo seguimos hablando y el ambient lo aplazamos".
En ese momento busco con la mirada cualquier objeto contundente que sirva para vengar a mi equipo, pero el sentido común me frena. Y aún más cuando te comenta "del 24 al 31 estaréis por aquí, verdad?... pues os voy a conectar con el product manager para que sigáis trabajando".
Tienes que sacar el capote para recordar que el 24, 25, 31 de diciembre y 5 y 6 de enero no trabajas. Él te comprende y te contesta: "sí, lo entiendo, mis hijos siempre me añoraban por estas fechas".
No es cierto que rindes más bajo presión. Es un engaño que hemos aceptado para justificarlo. Rindes cuando puedes tensar y destensar, como dice mi buen amigo Tony Planells.
Rindes cuando puedes acelerar y desacelerar. Rindes cuando puedes hacer un buen trabajo sin fechas de entrega ficticias.
Rindes cuando puedes acelerar y desacelerar. Rindes cuando puedes hacer un buen trabajo sin fechas de entrega ficticias.
Rindes cuando no haces 3-4-5 versiones de cada campaña.
Un anunciante miedoso y que improvisa puede hacer que se acabe el mundo de la creatividad.
Y que no consiga sus objetivos.
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