Rodrigo Cuevas es la prueba evidente de que la fusión se atreve con todo. Natural de Oviedo, 37 años, acaba de presentar su espectáculo en el Gran Teatro del Liceo.
No se trata precisamente de un practicante del postureo ni de un influencer pre-fabricado. Ha estudiado música y sonología durante 13 años, es una persona culta, con discurso y con ganas de poner el foco en el mundo rural, en esos pueblos olvidados e invisibles.
Se fue a vivir a una aldea de 15 habitantes de Galicia y se empapó de gaitas, tubas y percusiones.
Se interesó por el mundo de cabaret y el circo y lo combinó con la electrónica.
La puesta en escena folk-petarda acabó de cerrar la combinación.
Antes de llegar al Liceo ha actuado en todo tipo de locales y garitos. Nunca le ha importado. Ha tenido de público a 20 personas o a 400.
Empezó en 2012 su carrera musical, por tanto tampoco es flor de un día.
La propuesta de Rodrigo te puede gustar más o menos, pero se lo ha currado.
La transmisión oral no solo supone compartir conocimientos y arte, también valores, los valores de una comunidad. Y los valores que Cuevas quiere expandir son los humanistas: libertad sexual, de credo, social, la inter-generacionalidad y la belleza.
En su segundo disco contó con la producción de Raúl Refree (Rosalía, El Niño de Elche), digamos que es un hecho que lo distancia de la mediocridad musical.
https://youtu.be/RsdWKxrf2XEhttps://youtu.be/uL6db8_fDS4
Rodrigo Cuevas ha rescatado letras, poemas, leyendas, tradiciones, cuidando todos los detalles : luz, coreografía, producción de video, vestuario.
Su estilo se podría definir como electro-cuplé.
Tal vez ha creado un personaje, ese que suele enseñar el pecho desnudo con un poco de barriga, pero es un tipo auténtico, sincero, con las ideas claras y la cabeza bien amueblada.
Es cierto que tiene un ramalazo a Freddie Mercury, que admira a Tino Casal, que en algunos lugares le llaman maricona o chutado, que está claro que no provoca indiferencia.
El disco "manual de cortejo" (2019) convenció a la crítica y al público, y de no ser por la pandemia, hubiera girado por todo el país.
Su espectáculo "encajados" es brillante. Minimalista e intenso.
https://youtu.be/Ib-tk9wgjMI
“yo soy maricón de lobby, pues de pequeño el lobby gay me metió en una habitación para ver películas de pollas, obligándome a comer plátanos enteros”
El sentido del humor forma parte de su manera de ser y de sus espectáculos.
Rodrigo Cuevas ha aprendido de los paisanos y paisanas con los que ha conversado durante años, y poco le importan los/as puristas y el lado mainstream.
Tiene una burra que se llama Xuana D'Arcu con la que se da paseos, tiene un huerto y le encanta pasar ratos en el bar con los amigos/as. Vive en una casina en el monte, le gusta la vida sencilla.
En un momento en el que se lleva la fusión y la autenticidad, muchas personas ven en él al reivindicador de esos montes despoblados donde sobreviven habitantes ya entrados en años que no merecen estar olvidados.
Mi amigo Rubén Rayan se encargó de la iluminación en alguno de sus conciertos..
Le gusta cantar, bailar, la sidrina, provocar y hacer tonterías, cuidar de su terreno y de sus plantas, conversar sin prisas, echar unas risas. Tiene al cachopo en cuarentena, estudió en Barcelona, le gusta el mar, le gustan los colores vivos, pintarse la cara, llevar madreñas, el pelo corto y la barba de dos días.
Pretender que todo el mundo haga siempre lo mismo le parece absurdo.
Le llaman de muchas maneras, pero en realidad es un romántico disruptivo.
Un poeta musical del siglo XXI.
Existe una versión femenina que se llama Lady Llagar aka Mariajo Baudot, conocida como la Lady Gaga asturiana. Su fusión es más amplia y toca palos como la tonadilla, el rock o las músicas del mundo.
Es ese des-prejuicio, no la alocada búsqueda de la modernidad en sí misma, sino ausencia de miedo para recuperar la poesía popular y sus sentencias morales en un contexto global, lo que distingue a Rodrigo Cuevas como folclorista sincero que cuando busca la implicación de su público le pide “gritad como vuestras abuelas”. Los abuelos, maestros como él recordó de aquellas ceremonias de amor, canciones bajo el balcón de la enamorada hoy sustituidas por fríos mensajes de texto. Embellecer la pragmática fealdad del presente evocando la belleza de lo que existió siempre. Luis Hidalgo, El País.
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